5 DOMINGO DE PASCUA

TEXTO:  Juan 15,1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

REFLEXIÓN:

YO SOY LA VERDADERA VID.  Si dice Jesús que Él es la vid “verdadera” es que ha habido antes otra vid que no era la auténtica. En efecto, ya Isaías nos habla de un canto de amor de Dios a su pueblo. Y ese pueblo estaba significado por la viña (Is. 5,1-7). En el frontispicio del Templo de Jerusalén había una hermosa vid para significar a Israel. Este canto de gozo y de esperanza por parte de Dios, pronto se convirtió en canto de decepción. “esperó uvas y le dio agrazones” (v.2). Es la trágica historia de un pueblo elegido y mimado por Dios y sin embargo, no supo responder con amor sino con ingratitud.  Ese pueblo no era la vid verdadera.  Ahora la vid no va a ser un pueblo sino una persona:  Jesús, la verdadera Vid.  

SIN MI NO PODÉIS HACER NADA. Jesús es tajante. No dice: sin mí podéis hacer poco. Sin Jesús no podemos hacer nada. A veces quienes le seguimos hemos convertido el evangelio en un compromiso ético. Hemos puesto la esencia del evangelio en el trabajo, el esfuerzo, el mérito.  Los cristianos nos hemos atrevido a todo: hasta hacer un cristianismo sin Jesús, el Cristo. Es verdad que podemos sembrar, labrar, regar, recoger. Pero nunca debemos olvidar que las plantas crecen con la caricia del sol, de la lluvia, del aire. Es decir, con la caricia de Dios. Lo importante es estar unid@s a Jesús como los sarmientos a la vid. Que corra por nuestras venas la savia divina y así podemos esperar frutos.  La gloria, el orgullo del Padre es que demos frutos, frutos de caridad. Cuando estamos unid@s un@s con otr@s y tod@s con la vid, que es Jesús, el Padre nos dice: ¡Pedid lo que queráis!

PREGUNTAS

1.– Somos sarmientos. Pero, ¿en qué vid estamos implantad@s? ¿En la vid verdadera o en la falsa? ¿Permanezco fiel a Jesús?

2.- ¿Me creo que yo, sin Jesús, no soy nada? ¿Qué tengo que no haya recibido? ¿Entiendo la vida como un regalo? ¿Soy un don para l@s demás?

PARA ORAR:

Nos dices, Señor, a tod@s:

“Yo soy la vid verdadera

y vosotr@s los sarmientos”,

en comunión con mi cepa.

Arrancados de tu vid,

nuestro corazón se seca.

Somos sarmientos inútiles.

Permanecer en tu amor

es, Señor, nuestra tarea.

Tu savia es como la sangre

que corre por nuestras venas

Sólo viviendo contigo

en perfecta coherencia

podremos, Señor, llenar

de uvas dulces nuestra cesta.

Queremos, Señor, que el Padre

corte con su podadera

tanto follaje que crece

en la viña de su Iglesia.

Como Tú, Señor, haremos

de nuestra vida una ofrenda.

Tras la cruz, resucitada,

florece la primavera

Permanece con nosotr@s

Tú eres, Señor, nuestra fuerza.

Nada podemos sin Ti

Y todo con tu presencia.

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